LA
VENUS DE HOY
Es
ésta una exposición imaginaria.
La
muñeca Barbie es hoy uno de los juguetes preferidos por las niñas
de todo el mundo, que también invade el imaginario adulto. No
podemos obviar que desde 1959 se han vendido más de mil millones de
unidades.
En
1995 imaginé esta historia: si l@s arqueólog@s de finales del
tercer milenio excavaran un supuesto mundo perdido del 2000, tal vez
encontrarían esta pieza distribuida por toda la Tierra, y
posiblemente la vieran como un misterio a descifrar, que podrían
interpretar como un fenómeno similar a las Venus paleolíticas,
pero sin los atributos de fecundidad y carnosidad maternal negados
por la delgadez de este modelo de belleza inalcanzable.
En
mi taller visualicé excavaciones, hallazgos y contextos, de modo que
creé “auténticas” piezas arqueológicas, enumeradas y
documentadas a partir de la propia Barbie, trabajando en Alemania,
Italia y España. Visité para ello numerosos museos arqueológicos y
pasé un sinfín de horas en sus bibliotecas. Llamé a esta supuesta
época pérdida, entre 1950 y 2050 despues de Cristo, ÉPOCA
DÓLLYCA, debido al acontecimiento más conocido de aquellos
siglos: la clonación de la oveja Dolly a partir de una sola célula.
Ahora
tengo suficientes obras como para mostrarlas al público y
presentarlas como hallazgos arqueológicos. Pero detrás de esta
muestra laten interrogantes más profundos que se expresan a través
de las preguntas que se van haciendo l@s imaginari@s arqueólog@s
como supuestas hipótesis que les guían en su trabajo de
investigación.
Me
pregunto si los avances tecnológicos del siglo XXI podrían haber
sido la causa de la degeneración de la población de aquella
civilización.
Por
un afán loco de alcanzar casi una eternidad física y un extraño
modelo de belleza, l@s científic@s inventaron toda una serie de
operaciones, prótesis, implantes, medicamentos y artilugios para
conseguir cuerpos imposibles. En los enterramientos excavados, a
partir del la mitad del siglo XXI, no encontramos ni un solo cuerpo
que no haya sido manipulado: corazones y sexos artificiales, pulmones
de cerdo, oídos de plástico, senos, labios y glúteos de silicona,
chips en los huesos etc.
Lo
que puede ser más grave aún, y que no podemos juzgar en su justa
medida, son los trastornos psíquicos ocasionados por la voluntad de
conseguir esta cantidad de vida superando las limitaciones del propio
cuerpo y sin atender, tal vez, a la calidad misma de esa vida.
¿Eran
realmente las mujeres de aquella época tan poco agraciadas como para
desear modificar su cuerpo hasta semejantes límites?
(Este
texto clausura la exposición’)
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