jueves, 14 de marzo de 2013

Venus Dollyca


LA VENUS DE HOY

Es ésta una exposición imaginaria.

La muñeca Barbie es hoy uno de los juguetes preferidos por las niñas de todo el mundo, que también invade el imaginario adulto. No podemos obviar que desde 1959 se han vendido más de mil millones de unidades.

En 1995 imaginé esta historia: si l@s arqueólog@s de finales del tercer milenio excavaran un supuesto mundo perdido del 2000, tal vez encontrarían esta pieza distribuida por toda la Tierra, y posiblemente la vieran como un misterio a descifrar, que podrían interpretar como un fenómeno similar a las Venus paleolíticas, pero sin los atributos de fecundidad y carnosidad maternal negados por la delgadez de este modelo de belleza inalcanzable.

En mi taller visualicé excavaciones, hallazgos y contextos, de modo que creé “auténticas” piezas arqueológicas, enumeradas y documentadas a partir de la propia Barbie, trabajando en Alemania, Italia y España. Visité para ello numerosos museos arqueológicos y pasé un sinfín de horas en sus bibliotecas. Llamé a esta supuesta época pérdida, entre 1950 y 2050 despues de Cristo, ÉPOCA DÓLLYCA, debido al acontecimiento más conocido de aquellos siglos: la clonación de la oveja Dolly a partir de una sola célula.

Ahora tengo suficientes obras como para mostrarlas al público y presentarlas como hallazgos arqueológicos. Pero detrás de esta muestra laten interrogantes más profundos que se expresan a través de las preguntas que se van haciendo l@s imaginari@s arqueólog@s como supuestas hipótesis que les guían en su trabajo de investigación.

Me pregunto si los avances tecnológicos del siglo XXI podrían haber sido la causa de la degeneración de la población de aquella civilización.
Por un afán loco de alcanzar casi una eternidad física y un extraño modelo de belleza, l@s científic@s inventaron toda una serie de operaciones, prótesis, implantes, medicamentos y artilugios para conseguir cuerpos imposibles. En los enterramientos excavados, a partir del la mitad del siglo XXI, no encontramos ni un solo cuerpo que no haya sido manipulado: corazones y sexos artificiales, pulmones de cerdo, oídos de plástico, senos, labios y glúteos de silicona, chips en los huesos etc.

Lo que puede ser más grave aún, y que no podemos juzgar en su justa medida, son los trastornos psíquicos ocasionados por la voluntad de conseguir esta cantidad de vida superando las limitaciones del propio cuerpo y sin atender, tal vez, a la calidad misma de esa vida.
¿Eran realmente las mujeres de aquella época tan poco agraciadas como para desear modificar su cuerpo hasta semejantes límites?
(Este texto clausura la exposición’)


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